lunes, 9 de febrero de 2009

TRES ENSAYOS


El libro titulado Tres Ensayos sobre el Lenguaje, fue escrito por el doctor F. Con antelación al año 1900, pero nunca consintió en su publicación, ni se hace mención de él en la relación de sus Obras Completas...

No obstante, testimonios de sus más íntimos colaboradores y discípulos selectos, indican que siempre fue una obra bien apreciada del maestro; y cuando se refería a ella, lo hacía con una veneración tal que revelaba algo más que mucho amor...

Era como si el sentido de su vida toda entera estuviera, se expresara, se manifestara en aquellas líneas entrecortadas, aquellos párrafos llenos de enmendaduras, de vacíos, de tachones, lagunas y puntos suspensivos...

La forma misma de su escritura y no sólo el contenido nos hablaba de un hombre desgarrado, incompleto tal vez, pero siempre en trance mortal de búsqueda, de hallazgo, de desaparición...

Hablaba de sí mismo. Toda su vida había estado buscando y sólo encontraba esos trozos raídos, esos pedazos de piel o de artefacto, esas imágenes desvaídas e irrecuperables de un sueño, de un deseo, de un olvido...

El primer lenguaje es el de la búsqueda sin sosiego, el del trasegar por mundos terribles desde lo más bajo hasta lo más elevado, desde lo más profundo hasta lo más superficial y vano...
El segundo lenguaje es el del hallazgo, el de la descodificación de un mensaje antiguo, el de la fragmentada recomposición...
El tercer lenguaje es el de la muerte, la aniquilación, el espacio vacío, la página en blanco, las palabras no dichas, ni siquiera pensadas; la carga cósmica de la conciencia de una unidad imposible, la terrible conciencia de un verdadero sin sentido...

Sólo en una ocasión y subrepticiamente, con el sentimiento de estar cometiendo un acto culposo, tuve apenas un breve vislumbre del texto. A espaldas suyas, empinándome abusivamente por encima de su hombro, y en forma sigilosa, lo vi sollozar desesperado, oprimiendo entre las dos manos su cabeza, mientras hacía un esfuerzo sobrehumano por completar una frase, por encontrar quizá una palabra adecuada, precisa, irreemplazable, que le otorgara un sentido al tejido de su vida, y entonces pude ver esos caracteres minuciosos, esas líneas tortuosas, esas páginas amarillentas ya, con marcas de fuego en algunos de sus bordes, viejas desgarraduras y rastros de sangre reseca.

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